por Carlos Fuentes
Es el sueño de todo coleccionista de discos. Hallar tesoros ignotos que despierten interés de un público mayor por músicas que llevan medio siglo escondidas en anaqueles polvorientos de América, África y Asia. En Londres el productor Miles Cleret afianza su disquera Soundway Records como referencia nutritiva para calibrar el resurgir de los sonidos étnicos en las pistas de baile modernas.
Todo comenzó con un viaje. En 2002 Miles Cleret estaba dispuesto a transitar del coleccionismo amateur de discos a la edición profesional de unas músicas ignoradas o poco conocidas procedentes de África y América Latina. Aquel año un viaje a Ghana sirvió para confirmar el potencial comercial de estos sonidos añejos que permanecían escondidos en sus países de origen. Cierto es que ya había algún interés entre la audiencia joven de rock, pop y electrónica por las músicas étnicas, pero faltaba un ejercicio de puesta en valor de estos ritmos. Con la primera cosecha africana, un puñado de elepés y singles de los años setenta, Soundway Records debutó con Ghana Soundz. Afro-beat, Funk & Fusion In 70’s Ghana, rotunda compilación que abrió un mercado que no dejaría de crecer. Desde entonces, la disquera británica ha sumado medio centenar de ediciones y comenzó a escribir la historia de este zahorí de sonidos que aprendió en casa que música de enjundia también se hizo, y se sigue haciendo, más allá del mar.
“Había pasado mucho tiempo coleccionando discos de Latinoamérica y África, así que sabía que existía un interés creciente por estas músicas. Sonidos que eran desconocidos para el gran mercado, no sé si por ignorancia o porque se conocieron una vez y luego se olvidaron. Y pensé que, además de buscar los discos originales, podría editar esa música”, indica Miles Cleret, quien no oculta su pasión por los sonidos étnicos. “Era una gran oportunidad. África y América Latina atesoran muchas músicas buenas disponibles para ser redescubiertas en Europa. Son sonidos que me gustan mucho, y también estaba la certeza de que para una pequeña discográfica es complicado salir adelante con músicas más habituales como rock, pop o electrónica”. Cleret sabe de lo que habla. En casa, de niño, había tomado contacto con músicas de África y América Latina por afición materna (“fue muy interesante escuchar esa música de otros lugares del mundo”), hábito familiar que poco a poco fue dirigiendo su afición a la compra de discos y, años después, al sueño de ser profesional de la edición.
Ahora, por fortuna, el terreno está abonado porque buena parte de la audiencia musical contemporánea descubre el folclore de África y del Caribe como algo ignoto y, a la vez, grandioso. “Quizá sea así, pero en el fondo está el mayor respeto que estas músicas están conquistando. Yo siempre he tenido el mismo respeto por un disco producido en África o América Latina que por un disco grabado en Londres o Nueva York. Y, a nivel general, se ha producido una ampliación de los gustos de la gente que consume música: ya no te limitas a escuchar rock, pop o dance, ahora prefieres buscar cosas interesantes en otros estilos. Y esto es muy bueno. Cuando era joven costaba mucho conseguir discos de África o de Latinoamérica, era una labor ardua en rastros y tiendas de ocasión. Ahora casi toda la música está al alcance, y eso es algo fantástico”. ¿Y por qué ahora este interés de la gente joven por músicos veteranos y del tercer mundo? “No creo que sea tanto así, porque ahora en casi cualquier país existe gente haciendo todo tipo de música. Y quizá lo más estimulante para una compañía pequeña sea encontrar cosas interesantes y diferentes que ofrecer a su público», indica Miles Cleret. «Y ahora hay más público que antes. Hace apenas diez, quince años, el interés por las músicas de África o Latinoamérica estaba reducido a unos círculos muy concretos. Ahora hay más público y más interés que nunca por América y África”.
Con una colección propia de más de diez mil vinilos africanos y latinos, Miles Cleret desarrolló un método de trabajo que pasa, primero, por localizar al autor o al productor de las grabaciones originales. Ya sea en Etiopía, Benín, Ghana, Colombia, Nigeria, Panamá, Trinidad, Kenia o Tailandia. A veces, si el músico ha fallecido, debe localizar a la persona o empresa que mantenga los derechos de edición del disco original. “Hay un poco de todo; quizá primero encuentras la música, que es la clave principal. Hay discos de un artista que son buenos y otros que piensas que difícilmente van a ser populares”, explica el director de Soundway Records. “Y cuando consigues un disco interesante, ya te pones a localizar al autor o a la persona que tenga los derechos. A veces intentas dar con el productor o con los músicos que lo grabaron”. Un ejemplo reciente de investigación en anaqueles olvidados de África y América Latina es el caso del productor trinitense Herman Hadeed, referencia de la música de los setenta en ese archipiélago del Caribe al que Miles Cleret localizó tras pasar meses colgando mensajes en portales sociales y culturales de Trinidad y Tobago. “Es como la vida: unas veces tienes éxito y otras, no».
Y hay momentos que pagan con creces el esfuerzo. Caso paradigmático es el descubrimiento de la cumbia y, por extensión, del folclore bailable de América Latina por buena parte de una audiencia europea que antes vinculó Colombia con historias tristes de guerrilla, narcotráfico e inestabilidad social. ¿Por qué la cumbia se ha convertido en la reina de las pistas de baile en Londres y en gran parte de las capitales europeas? “Porque es una música potente, muy universal, que reúne a mucha gente con gustos distintos por los sonidos latinos. Igual gusta al oyente de konpa de Haití o al que aprecia el son cubano”, explica Cleret. “En Londres hay muchas escenas de música latina, aunque quizá la cumbia sea el estilo que concita mayor interés. Y también se está dando una influencia recíproca entre estilos como la cumbia, el reggae o el afrobeat, y creo que para entender el fenómeno mundial de la cumbia hay que saber que este estilo no es patrimonio de un único país: fuera de Colombia hay otras cumbias. Son músicas de fiesta, y eso es universal”.
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Buscando tesoros en Soundway Records
BATIDA “Alegria”
Guitarras sinuosas, ráfagas de amable electrónica tropicalista y un puñado de samples juguetones (aquí suena Ester Madona, de Alliance Makiadi). Receta ágil del productor y DJ portugués de origen angoleño Pedro Conquenão, alias Mpula, para devolver lustre y cuerpo atlético a los ritmos populares del país africano. Maquillajes posmodernos, saudade eléctrica para las pistas de baile.
CHICO MANN “Vivito (El colibrí)”
Lobo de ciudad, Chico Mann (aka Marcos J. García) tamiza más de medio siglo de acervo musical híbrido afrolatino a orillas del río Hudson. En su combustible sabroso laten la salsa más asequible, de cintura fácil, y el disco cómodo entre ropajes contemporáneos de electrónica primaria. Entusiasma el coro rapeado, bien bailable. Algo así grabaría Johnny Pacheco con cincuenta años menos.
BOMBA ESTÉREO “Sintiendo”
En apenas seis años los colombianos Simón Mejía y Liliana Saumet han afianzado su apuesta luminosa por la música popular colombiana del presente. Abunda la canción de toda la vida, versos sencillos pero efectivos (“si yo supiera que todo lo que te he dado es tan solo un puñado de lo que tengo guardado”) y, cómo no, aires bailables pespuntados de electrónica intangible. No es sorpresa, bomba en crecimiento.
THE BUSY TWIST “Friday Night”
Pensado en Londres, grabado en Ghana y rematado en la metrópoli. The Busy Twist –Gabriel Benn (Tuesday Born) y Ollie Williams (Ollie Twist)– se apañan con desparpajo para recuperar melodías vocales del highlife ghanés clásico. Y su reseteo termina por cuajar con una letanía de cuerdas, un puñado de breaks ágiles, torrenciales coros hip hop y la voz como el mejor instrumento humano.
KIKI GYAN “Disco Dancer”
Tenía voz de meliflua estrella disco, pero la vida de Kiki Gyan fue una tragedia griega. Nació en Ghana y con 16 años se unió a Osibisa en Londres. Con 18 ya era millonario (y famoso: actuó en Buckingham Palace). En Nigeria se casó con una hija de Fela Kuti, grabó 24 Hours In A Disco y se enganchó a la cocaína. Se lo llevo el sida en 2004, en el baño de una iglesia. Tenía tan solo 47 años.
ONDATRÓPICA “Tiene sabor, tiene sazón”
En 2012 Mario Galeano (Frente Cumbiero) y Will “Quantic” Holland reunieron a la crema de la cumbia en el legendario estudio de Discos Fuentes. En Medellín, tres semanas escribiendo y grabando treinta piezas sobre la marcha. Tiene sabor, tiene sazón abre el debut de Ondatrópica. Y como no están aquí Fruko, Aníbal Velásquez ni el gran Michi Sarmiento, ya se encarga Nidia Góngora de abrir el apetito.
MERIDIAN BROTHERS “Guaracha U.F.O.”
Otro mimbre del Frente Cumbiero que apadrinó Mad Professor. El guitarrista Eblis Álvarez fundó Meridian Brothers hace quince años para experimentar con electrónica y ritmos tradicionales colombianos. Se formó en el Danish Institute Of Electronic Music y allí aprendió a rebajar la velocidad de la cumbia, quizá la clave de su apuesta y de las que llegaron luego. Sabor latino con psycho-pop crepuscular y groove tropical.
FAMILY ATLANTICA “Manicero”
El multiinstrumentista Jack Yglesias, miembro de The Heliocentrics, construyó sobre la cantante venezolana Luzmira Zerpa un recorrido por las huellas de la música africana en el folclore del Caribe. Esta abigarrada versión del cubano Moisés Simons (de)muestra la capacidad innata de adaptación del montuno y la rumba cubana, del tambor venezolano y del cimbreante calipso trinitense. Con los aromas del imponente highlife ghanés en el origen de (casi) todo.
THE RIFT VALLEY BOYS “Mu Africa”
Del gran valle del Rift, una puñalada de cinco mil kilómetros en el este de África, emergió en los años setenta y ochenta una generación de músicos que sintetizó en Nairobi (Kenia) un ancho catálogo de ritmos más o menos nuevos. Atlético benga con olor a soukous del Congo y música bailable cubana, riffs de rock, idiomas pegajosos como el bantú kikuyu, apreciado como “soul líquido”, y algunas pistas del afrobeat que vendría luego.
KONKOMA “Handkercheif”
Dos africanos que frisan la senectud, el cantante y teclista Emmanuel Rentzos y el guitarrista Alfred “Kari” Bannerman, apuntalados por la generación nueva del highlife y el afrobeat. En Londres el septeto KonKoma ejercita su panoplia de arreglos pesados sobre aromas líquidos de jazz, soul y funk negro. Con la rotundidad que se espera de los vientos africanos. El coro es una cortesía del DJ nigeriano Eno Williams.
THE FUNKEES “Point Of No Return”
Quizá no hay mejor país que Nigeria para calibrar la importancia (e influencia) que tuvo el rock a finales de los sesenta en África. Ginger Baker venía de visita y los discos de Jimi Hendrix y James Brown se consumían como pan caliente. Allí emergieron bandas como Mono Mono, Blo y The Funkees. Los últimos lograron agitar los ritmos yorubas del (entonces) joven afrobeat con arreglos manejables en peso y duración. Y domesticaron el nuevo afro-rock.
MANUEL ÁLVAREZ Y SUS DANGERS “Esclavo moderno”
Con cadencia de frontera peligrosa, aunque al fondo parece sonar el Esquivel más desatado, el sonido de los Dangers de Manuel Álvarez rescata la esencia de la champeta, otro gran ritmo bailable del norte colombiano. Donde el acervo africano del recuerdo esclavista se arrulló al son del Caribe. Aquí abundan las percusiones duras, metálicas, detrás de punteos ametralladores en una letanía sobre la leyenda del cimarrón.
TUNJI OYELAMA “Lisabi Egba”
Lagos, años setenta. El cantante y actor Tunji Oyelama, vecino de Fela Kuti en el suburbio de Abeokuta y estudiante de arte con Wole Soyinka, abrillanta las tradiciones orales yoruba con ritmos highlife, afrobeat, funk, juju y pespuntes de reggae primitivo. Con The Benders se hizo un hueco en la escena nigeriana por su versatilidad con la paleta de estilos. Músicas para todos los gustos.
K. FRIMPONG & SUPER COMPLEX SOUNDS “Ahyewa”
¿Truco o trato? Al menos, el sueño para cualquier zahorí de músicas perdidas. El dúo Hide & Smile (para entendernos: Frankie “Sofrito” Francis y Miles Cleret, fundador de Soundway Records) meten mano electrónica a una pieza añeja de robusto highlife que el ghanés Alhaji K. Frimpong (autor del clásico “Kyenkyen Bi Adi Mawu”) grabó en 1975. Así sonaba el bajo en los clubes africanos.
MICHI SARMIENTO “El sonerito”
Aquí empezó todo. Blas “Michi” Sarmiento, hijo del mítico Climaco Sarmiento, arreglista de Discos Fuentes, timoneó la explosión sonora en las ciudades de Cartagena y Barranquilla desde final de los sesenta. Por sus puertos caribeños llegaban ecos bailables de salsa y boogaloo neoyorquinos. Su Combo Bravo procesó a las bravas guaguancó cubano, porros, descargas e incendiarias cumbias de verbena a ritmo imparable.
Publicado en la revista Rockdelux en julio de 2013